Lucas 5:1-11
Hermanas y hermanos en Cristo,
Estaban cansados, frustrados por el vacÃo de sus esfuerzos y listos para irse a casa a dormir. Lo último que querÃan hacer era alejarse de la orilla e intentarlo de nuevo, y mucho menos hacer el esfuerzo de navegar hacia aguas profundas. Cualquiera que pesque sabe que a veces uno vuelve a casa con los cubos vacÃos y sin nada que mostrar por el esfuerzo. Y asà es como es.Â
Pero algo en la forma en que Jesús ha captado su atención, su imaginación, los ha atrapado, como peces en el anzuelo. Él ha hablado, no como lo hacen sus lÃderes religiosos, sino como alguien con una autoridad auténtica e inconfundible. Ha hablado de manera clara y sencilla que ha tocado sus corazones, sus esperanzas y anhelos, y se ha ganado su confianza. PodrÃamos llamarlo carisma, pero no solo carisma. Jesús ha compartido con ellos «la Palabra de Dios» y, como dicen las Escrituras, la Palabra de Dios no regresa al Cielo hasta que ha cumplido su obra. De hecho, han comenzado su aventura en este encuentro con la Palabra de Dios mismo.
Jesús no apela a su deseo de comodidad, descanso o a lo predecible y familiar. Sabe que los tiene «enganchados» y utiliza este atractivo para pedirles cosas difÃciles: renovar sus esfuerzos, adentrarse más en aguas profundas de lo que podrÃan haber estado acostumbrados y echar las redes para una captura mayor de lo que pueden imaginar.
Sabemos que el resultado de sus esfuerzos es un milagro que supera a cualquier otra historia de «pez grande» de la historia. Porque ese dÃa, la verdadera historia no es la captura de peces. Es el hecho de que ellos mismos han sido capturados por un pescador como ningún otro (¡aunque en realidad fuera un carpintero, un hecho que debió perturbar a Pedro!). Sus verdaderas vocaciones se han despertado, para dejar de lado las vidas convencionales que habÃan estado viviendo, y para adentrarse en las profundas aguas del discipulado, y más tarde para ministrar en el propio Camino, Verdad y Vida de Jesús.

Como lÃderes, tenemos la responsabilidad de organizar y gestionar a las personas y traer la captura de peces, por asà decirlo. Pero si somos verdaderos lÃderes y no solo amos de la tarea, nos preocupamos por lo que hay en el corazón de las personas, por las capacidades que tienen y por los dones que percibimos, pero que tal vez ni siquiera sospechan en sà mismos. Debido a la confianza y la autoridad que construimos con los demás, tenemos la capacidad de ejercer una influencia positiva, de nombrar y sacar a relucir los dones y fomentar las vocaciones. Esto puede parecer más que nuestra responsabilidad, y tal vez como una intrusión en la vida de las personas. Lo es. Y no somos la Palabra de Dios. Sin embargo, como muchos de nosotros sabemos, alguien en el camino nos dio una palmada en el hombro, nos hizo las preguntas difÃciles y nos invitó a adentrarnos en las profundidades.
Si nosotros mismos hemos respondido primero a la llamada de Jesús, en cualquier vocación a la que hayamos dicho «sû, ¿somos lo suficientemente solidarios y valientes como para invitar a otros a hacer lo mismo? El mundo necesita personas que estén «enganchadas» a Dios y sientan la llamada al servicio, al ministerio, al acompañamiento y al trabajo por el Reino.
Con ustedes en el camino,