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Mantener firme el amor en tiempos turbulentos

por | 15 noviembre 2025

Cuando pensamos en discursos motivadores y eficaces pronunciados por líderes en momentos críticos, ya sea en la vida o en las artes y el entretenimiento, estoy bastante seguro de que nunca les oímos decir: «¡No te preocupes, esto va a ser pan comido!».

Ya sea en Shakespeare o incluso en la película de acción más ridícula, solemos escuchar algo más parecido a lo que dice Jesús en este pasaje un tanto aterrador del Evangelio de Lucas en la lectura de hoy: «Esto va a ser muy difícil. Parecerá que todo a tu alrededor está llegando a su fin. Es muy posible que te traicionen, te abandonen a la tortura e incluso te maten por ser quien eres, por lo que crees o por tu forma de vivir. Pero mantente firme, ten fe y persevera. En el momento decisivo de la prueba, sabrás qué decir y qué hacer. Mantente concentrado, no te distraigas. No te dejes engañar por aquellos que te desviarán del camino. Sigue discerniendo mi voz en medio del caos. Aunque te sientas muy, muy asustado, yo estaré contigo para acompañarte y guiarte. Y al final, aunque llegue la muerte, prevaleceremos. Aferrándote a mí, tendrás vida más allá del fin».

Vaya. Da miedo, ¿verdad? Puede que nos confunda un poco al decir que, a pesar de todo, «ni un cabello de vuestra cabeza será destruido», porque en ese momento lo último que me preocuparía sería mi cabello, pero así lo dice la Escritura. ¿No es increíble que los apóstoles no salieran corriendo hacia la salida más cercana?

¿Qué pensamos de este discurso? El contexto de la escena es el mismo Templo descrito en el Evangelio de Juan de la lectura del domingo pasado, pero parece que en el Evangelio de Lucas, esta experiencia en particular ocurre antes en la formación de los apóstoles por parte de Jesús. Estaban asombrados por las riquezas del Templo y impresionados por la impresionante construcción, al igual que nosotros cuando entramos en una magnífica catedral o basílica. Pero Jesús está muy preocupado por que no confundan la magnificencia con el verdadero significado de su culto, o con el deseo de Dios por lo que ellos más valoran. Jesús aprovecha este momento para sacudirlos y ponerlos a prueba, sondeando su nivel de comprensión de su misión y del costo potencial de su compromiso de seguirlo. Es un momento que da que pensar.

¿Y nosotros? Porque estas palabras que Jesús dirige a sus discípulos nos han sido transmitidas a través de los siglos por una razón. En la época en que se escribió el Evangelio de Lucas, la Iglesia primitiva sufría persecución, y estas palabras reflejaban su realidad actual. Las autoridades de la época detenían a las personas, las juzgaban y las mataban. Había revueltas e insurrecciones que resultaban bastante aterradoras por sus implicaciones para las personas que solo intentaban seguir con sus asuntos y continuar con sus vidas. Y era simplemente peligroso ser conocido públicamente como seguidor del camino de Jesús.

¿Y para nosotros, ahora? En nuestros tiempos, es posible que nos sintamos perturbados, quizás menos por las amenazas a nuestra fe, aunque sabemos que hay muchos lugares en el mundo donde se persigue a las personas por su fe (cristiana o de otro tipo). Pero puede dar miedo hacer públicos nuestros valores y parece precario defender no solo nuestras creencias, sino también a las personas vulnerables y que necesitan defensa, seguridad u otro tipo de apoyo. Podemos sentirnos abrumados, impotentes y sin saber cómo avanzar de una manera coherente con nuestras creencias y compromisos.

Sin embargo, las palabras de Jesús son ciertas a lo largo del tiempo y de las épocas. En aquellos tiempos de la Iglesia primitiva, y ahora, su presencia nos acompaña y nos inspira a aferrarnos a él y a perseverar en nuestro compromiso de amar, de servir a los vulnerables, de evitar la violencia o de recurrir a acciones que sean incompatibles con nuestro discipulado. Él es nuestra Roca, nuestra Luz que nos guía, nuestro ejemplo perenne y, en última instancia, nuestro Salvador.

Nuestra historia como Iglesia ha sido bendecida con innumerables mujeres y hombres que han tenido el valor y la perseverancia de mantenerse firmes en el amor, que han calculado el costo final, han pagado el precio y continúan viviendo a la luz de su amor. Recientemente, visité la Basílica de San Bartolomé aquí en Roma, donde hay un memorial permanente a los mártires del siglo XX y principios del XXI de todo el mundo. Me siento muy humilde y asombrado por el valor y el sacrificio de personas que arriesgaron sus vidas por amor a los demás, que se mantuvieron firmes en el camino de Jesús y que, en el momento decisivo, confiaron en el Espíritu Santo como fuente de su testimonio en palabras y obras. No es en vano que sigamos venerando a estos mártires a lo largo de toda la historia de la Iglesia, porque nos dan ejemplo e inspiran nuestro valor para no correr hacia la salida más cercana en busca de una vida más sencilla y segura…

Una cosa es leer estas palabras de la Escritura en tiempos fáciles, seguros y sin incertidumbres. Pero quizá las escuchamos de forma totalmente diferente cuando hacemos balance de estos tiempos turbulentos en los que vivimos y sentimos su relevancia, su resonancia en nosotros. ¿Cómo nos conmueven estas palabras hoy? ¿Cómo se expresa ahora nuestra perseverancia en la fe y en la acción en nombre del amor?

Con ustedes en el camino,

Tags in the article: On the Road Reflections
Executive Director of the Program for Discerning Leadership

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