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Habemus papam y él es un líder pastor

por | 9 mayo 2025

Fue un momento crítico en el Sínodo del pasado mes de octubre. ¿El tema en cuestión? La autoridad del obispo en una Iglesia sinodal. Algunos miembros de la jerarquía expresaron su preocupación por que la invitación a participar de forma inclusiva en los procesos de toma de decisiones diluyera la autoridad formal de los obispos y pudiera dar lugar a confusión y desunión.

Pero en ese momento, el entonces cardenal Robert Prevost hizo una declaración muy poderosa que me permitió compartir:

«Permítanme citar a San Agustín: «En aquellos de nosotros que hemos sido elegidos obispos, hay que diferenciar dos cosas: el hecho de que somos cristianos y el hecho de que hemos sido puestos al frente de otros. Somos cristianos por nosotros mismos. Somos líderes de otros por ellos. Muchas personas se salvarán sin haber sido responsables de otros, y su camino es más fácil porque llevan menos carga. A nosotros, los obispos, como individuos, se nos juzgará por nuestro cristianismo. Pero, como se nos ha puesto a cargo de otros, también se nos juzgará por la calidad de nuestra administración sobre aquellos a quienes guiamos. Las personas a quienes Dios pone a cargo de otros no deben usar su autoridad para su propio beneficio, sino para el bien de aquellos a quienes guían. Un obispo que solo disfruta de ser el jefe, busca su propio honor y mira por su propia conveniencia, se está alimentando a sí mismo, no a las ovejas» (San Agustín, sermón 46, 2).

Continuó diciendo que esta instrucción sobre el liderazgo se refiere a todos aquellos a quienes se les ha dado responsabilidad, incluidos los padres con respecto a sus hijos, los maestros con respecto a sus alumnos, etc. Quienes tienen autoridad no solo están llamados a servir, sino a hacerlo con y para los demás; no solos, ni de manera unilateral o vertical, sin consultar ni tener en cuenta los intereses de todos los afectados por la decisión. Además, el cardenal Prevost citó el código de Derecho Canónico, indicando que las estructuras y políticas de la Iglesia ya hacen posible, y esencial, que los obispos actúen de manera corresponsable con el resto del Pueblo de Dios dentro de su diócesis.

Al celebrar la acción de Dios a través del Espíritu Santo en la elección del cardenal Robert Prevost como papa León XIV, celebramos la elección de un líder dedicado al servicio humilde y generoso de su rebaño, siguiendo el ejemplo del buen pastor. «Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen». Esto quedó patente cuando el antiguo obispo de Chiclayo, Perú, dejó de hablar en italiano y pasó al español para dirigirse al pueblo de su diócesis con afecto y gratitud, y este, a su vez, respondió con alegría y celebración.

Ustedes y yo sabemos que este momento de la historia está lleno de incertidumbre y que muchos de nosotros nos sentimos como si estuviéramos al borde del abismo, al borde del cambio de era. El papa Francisco lo sintió profundamente. Aunque reconoció la ansiedad natural ante lo desconocido, nos animó a aceptar esta incertidumbre como un tiempo de potencialidad positiva. Nos invitó a ver este momento como un tiempo en el que el Espíritu Santo nos mueve a la conversión, alejándonos de nuestros diversos «ismos» e ideologías, para encontrarnos unos con otros con mentes abiertas, corazones dispuestos a escuchar y la voluntad de trabajar juntos por la sanación y la reparación de nuestras sociedades, nuestros sistemas y el planeta. Nos dio ejemplo de cómo vivir con valentía, discernimiento y ternura hacia los demás…

En su breve discurso de apertura, y con la elección del nombre de León, nuestro nuevo Papa manifiesta su confianza en el camino abierto por el papa Francisco, su confianza en la sinodalidad para unirnos y su compromiso con las enseñanzas sociales de la Iglesia al servicio y en pro de la mejora del mundo. Unamos nuestras oraciones por el papa León, por la carga de responsabilidad y administración que lleva, y por su pastoreo de la Iglesia en este momento precario de su larga historia. No le dejemos llevar solo esta carga, sino unámonos a él en esta gran labor por la sanación y reparación del mundo, por la paz y por compartir la buena nueva de Cristo sobre el amor y la misericordia. Al fin y al cabo, estamos juntos en este camino.

Fraternalmente,

Tags in the article: On the Road Reflections
Executive Director of the Program for Discerning Leadership

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